En primer lugar, es importante que entendamos que la ampolla en el ambiente deportivo se genera como respuesta a la presión y, sobre todo, a la fricción mantenida en ciertas zonas del pie, sobre todo en deportes como el senderismo y el montañismo. Por eso, las apariciones de estas lesiones dérmicas suelen ser habituales en las zonas con mayor contacto como la parte superior de los dedos, el talón, los pulpejos o la planta del pie.
La ampolla se genera tras mantenerse esa presión y fricción en el pie durante un tiempo. Por este motivo, aparecen de forma más habitual en días en los que hacemos larga distancia, pero también pueden generarse en tramos cortos por el uso de un calzado que comprima de manera excesiva algunas zonas del pie. Por lo tanto, hay que destacar que un alpinista tiene ampollas por la fricción entre el pie, el calcetín y la bota, no por la compresión de la bota. No obstante, tampoco es recomendable el uso de un calzado deportivo excesivamente grande en el que el pie no está sujeto, puesto que el movimiento de este en el interior de la bota puede provocar rozaduras y ampollas.
Otros de los aspectos que fomentan la aparición de esta lesión en la piel son la humedad y el calor. En época estival son más frecuentes las ampollas, ya que al aumentar la sudoración del pie se crea un medio más húmedo que favorece la “maceración” y debilita la piel, contribuyendo a la aparición de ampollas. En ambos factores hay que destacar la importancia del calcetín. Un calcetín que mantenga la humedad o que tenga costuras en las zonas de presión puede ser el culpable de la generación de una ampolla. Es importante usar calcetines técnicos que mantengan el pie fresco, evacuando el sudor y la humedad, y que no tengan costuras cuyo relieve pueda facilitar la creación de la ampolla por roce.
Uno de nuestros consejos más habituales, debido a su importancia, es que no es recomendable estrenar nunca una bota cuando se va a una montaña demandante. Se puede ir utilizando en los entrenamientos de forma progresiva, para que se vaya adaptando poco a poco al pie.
No solo en el ambiente deportivo son frecuentes las ampollas o rozaduras, ya que en el día a día también son muy habituales por diversos factores.
Los aspectos que debemos tener en cuenta para evitar la aparición de ampollas en nuestros pies son:
El tratamiento que se debe aplicar dependerá del tamaño y de la molestia que genere la ampolla cuando disfrutamos de nuestro deporte favorito. Si esta lesión dérmica es muy pequeña y no genera dolor, lo ideal es mantener la piel limpia y aplicar por encima un antiséptico como el yodo para favorecer el secado de la piel y prevenir infecciones.
En el caso de que la ampolla tenga mayor tamaño y resulte dolorosa, se recomienda drenar el líquido, el cual puede ser transparente o sanguinolento en función de la sobrecarga que haya soportado. Para ello, hay que lavar la zona con agua y jabón, y desinfectarla aplicando yodo por encima. Tras ello, hay que pinchar la ampolla para sacar el líquido con una aguja estéril, es decir, las que utiliza el personal sanitario para poner inyecciones. En caso de no disponer de este tipo de aguja se puede utilizar una de coser que hayamos quemado previamente para desinfectarla.
Algunas personas pinchan la ampolla con una aguja con hilo de coser, atraviesan la ampolla y al cortar el hilo dejan un trozo pequeño a cada lado del pinchazo. El objetivo es mantener el agujero abierto. Es importante no retirar la piel que cubre la ampolla ya que dicha piel es el mejor apósito que podemos usar para proteger la piel de debajo.
Si la ampolla aparece en el transcurso de una escalada y causa molestias, la mejor opción es detenerse y tratarla. En primer lugar, hay que drenar el líquido (si es que lo hay) y desinfectar la zona. Tras ello, se debería colocar una protección para poder seguir con nuestra expedición, sobre todo en los casos en los que la piel que cubre la ampolla se haya despegado total o parcialmente.
Como hemos comentado, la mejor opción es mantener la propia piel de la ampolla sin recortarla, pero muchas veces la ampolla se ha podido romper y la piel superficial haber desaparecido. La piel que queda al descubierto es muy sensible y resulta muy doloroso pisar directamente sobre ella. Por este motivo, la forma de protegerla, una vez desinfectada, es poner un trozo de “segunda piel” o “piel artificial” que cubra la totalidad de la zona lesionada. La “segunda piel” o “piel artificial” es una especie de película viscosa, habitualmente un hidrogel, que va a proteger la zona sin quedar pegada a la misma.
Posteriormente, la “piel artificial” se cubre con un esparadrapo elástico para que no se mueva. Si estamos subiendo una montaña de larga distancia, lo aconsejable es colocar una venda por encima, sujeta hasta el tobillo, para evitar que se desplace el apósito.
Uno de nuestros consejos es no cubrir el lugar donde ha aparecido una ampolla con ningún apósito que contenga adhesivo ya que al despegarlo podrá dañar la zona donde se ha producido la lesión de la piel. Esta es una de las razones por las que usamos un trozo de hidrogel para cubrir la superficie dañada.
Para evitar infecciones y utilizar los materiales clínicos adecuados, es recomendable acudir a un profesional para el drenaje y curación total de esta lesión.
Una vez que terminemos la montaña, aconsejamos quitar los apósitos, lavar la zona con agua y jabón y aplicar yodo por encima para ayudar a prevenir una infección y favorecer su secado. Poner los pies en agua fría también es una buena solución que ayudará a descongestionar los pies después del ejercicio y bajar la inflamación en la zona de la ampolla.
Posteriormente, lo ideal es dejar los pies “al aire” el mayor tiempo posible aplicando yodo sobre la lesión para que vaya secando la piel.
Como siempre en salud, lo ideal es apostar por la prevención y en este caso es muy importante tomar las medidas adecuadas para no generar las ampollas.
Fuente: montanasegura.com